"De lo que huyo, repito,
como de la peste, es de que me clasifiquen, y quiero morirme oyendo
preguntar de mí a los holgazanes de espíritu que se paran alguna
vez a oírme: "Y este señor, ¿qué es?" Los liberales o
progresistas tontos me tendrán por reaccionario y acaso por místico,
sin saber, por supuesto, lo que esto quiere decir, y los
conservadores y reaccionarios tontos me tendrán por una especie de
anarquista espiritual, y unos y otros, por un pobre señor afanoso de
singularizarse y de pasar por original y cuya cabeza es una olla de
grillos. Pero nadie debe cuidarse de lo que piensen de él los
tontos, sean progresistas o conservadores, liberales o reaccionarios.
Y como el hombre es terco
y no suele querer enterarse y acostumbra después que se le ha
sermoneado cuatro horas a volver a las andadas, los preguntones, si
leen esto, volverán a preguntarme: "Bueno; pero ¿qué
soluciones traes?" Y yo, para concluir, les diré que si quieren
soluciones, acudan a la tienda de enfrente, porque en la mía no se
vende semejante artículo. Mi empeño ha sido, es y será que los que
me lean, piensen y mediten en las cosas fundamentales, y no ha sido
nunca el de darles pensamientos hechos. Yo he buscado siempre agitar,
y, a lo sumo, sugerir, más que instruir. Si yo vendo pan, no es pan,
sino levadura o fermento.
Hay amigos, y buenos
amigos, que me aconsejan me deje de esta labor y me recoja a hacer lo
que llaman una obra objetiva, algo que sea, dicen, definitivo, algo
de construcción, algo duradero. Quieren decir algo dogmático. Me
declaro incapaz de ello y reclamo mi libertad, mi santa libertad,
hasta la de contradecirme, si llega el caso. Yo no sé si algo de lo
que he hecho o de lo que haga en lo sucesivo habrá de quedar por
años o por siglos después que me muera; pero sé que si se da un
golpe en el mar sin orillas las ondas en derredor van sin cesar,
aunque debilitándose. Agitar es algo. Si merced a esa agitación
viene detrás otro que haga algo duradero, en ello durará mi obra.
Es obra de misericordia
suprema despertar al dormido y sacudir al parado, y es obra de
suprema piedad religiosa buscar la verdad en todo y descubrir
dondequiera el dolo, la necedad y la inepcia.»
Abordo
el comentario del texto propuesto desde una perspectiva pragmática
en la que los diferentes planos del análisis lingüístico están
integrados en función de su relación con la tipología textual. De
esta manera incorporo en mi estudio dos enfoques fundamentales en la
lingüística: el comunicacional y el estructural, y evito así
convertir el comentario en una mera recopilación de características.
En
primer lugar, desde el punto de vista de la tipología textual,
podemos decir que nos encontramos ante un fragmento narrativo
perteneciente a la prosa ensayística. Se trata de una prosa de ideas
con una fuerte base argumentativa, donde el autor entabla una especie
de diálogo con el lector con el objetivo de dejar claro su
pensamiento respecto al tema tratado. En el ensayo se refleja una
reflexión desde la perspectiva personal del autor sin olvidar el fin
estético que surge entrelazado con el proceso reflexivo.
Fonemáticamente
el texto presenta una ortografía coherente con las normas dictadas
por la Academia sin desviaciones diatópicas o diastráticas que la
aparten del estándar.
Desde
el punto de vista fónico predominan las oraciones enunciativas
afirmativas con tonema descendente, con las que se privilegia la
transmisión de datos y la valoración de ideas. Por otro lado,
aparecen oraciones interrogativas directas, por tanto con tonema
ascendente, con las cuales el autor transcribe en estilo directo las
preguntas que los receptores de su discurso le suelen hacer
intentando buscar en sus escritos respuestas a sus dudas
existenciales: “Bueno,
pero ¿qué soluciones traes?”
(l.11) o las preguntas que ellos mismos se hacen cuando escuchan sus
digresiones: “Y
este señor, ¿qué es?” (l.3),
con lo cual el autor intenta reproducir el diálogo que entabla con
sus receptores.
Desde
el punto de vista del contenido el tema es la inexistencia de
verdades absolutas que solucionen los problemas y la necesidad de
impulsar a los individuos a buscar sus propias soluciones a las
necesidades vitales.
El
autor, que se considera inclasificable, pues no tiene un pensamiento
único, expone que no le importa la variedad de opiniones que tengan
sobre él aquellos que buscan en sus textos soluciones y respuestas
inmediatas a los planteamientos existenciales, ya que su función no
es resolver sus dudas sino agitar los pensamientos e inducir a pensar
para que cada cual se descubra a sí mismo y encuentre su verdad, ya
que no existe una verdad objetiva y absoluta.
El
texto, que comienza in media res, lo podemos dividir en cuatro
partes, correspondiente a cada uno de los párrafos en los que está
dividido el fragmento.
La
primera corresponde, pues, al primer párrafo y en ella el autor
introduce la idea que quiere que se tenga de él: un ser
inclasificable, difícil de encasillar en una corriente de opinión
y expone las divergentes y distantes opiniones que tendrán sobre él
los diferentes receptores.
En
la segunda parte se muestra contrario a la pereza crítica del
individuo y explica que su función no es exponer soluciones a los
problemas existenciales sino estimular a pensar.
La
tercera parte corresponde al siguiente párrafo en la que el autor
expone el consejo que le hacen sus amigos incitándole a que cambie
su posición en pro de una verdad objetiva e irrefutable que perdure
en el tiempo, propuesta para la cual se siente incapaz, pues su
verdadero objetivo es agitar el espíritu de los demás para que cada
uno busque su propia verdad, lo cual puede a su vez engendrar otros
pensamientos e incluso acciones, las cuales podrían considerarse
fruto de su trabajo.
Las
tres últimas líneas corresponden a la última parte en las que se
expone, a modo de conclusión, cuál es el verdadero objetivo del
filósofo: despertar las conciencias y provocar una revolución
interior en el hombre, lo cual le permitirá descubrir la estupidez
de la existencia.
Desde
el punto de vista morfológico,
podemos señalar en primer lugar la predominancia de los deícticos
de primera persona del singular tanto verbal como pronominal, con los
que el autor expresa su opinión y con lo que se corrobora el
carácter reflexivo personal del fragmento: “huyo,
repito, me clasifiquen, quiero morirme, me tendrán, volverán a
preguntarme, yo, mía, me lean, yo, vendo, me aconsejan, me deje, me
recoja, me declaro, reclamo, mi libertad, mi santa libertad, yo no sé
,he hecho me muera, mi obra”.
Aparece
la segunda persona del singular con la que el autor transcribe en
estilo directo las palabras dirigidas a él con las que sus
receptores le piden respuestas: ¿qué
soluciones nos traes?
Por
otro lado, encontramos la tercera persona del singular con la que el
autor expone, por un lado, sus ideas acerca del comportamiento y
pensamiento de los hombres: “los
liberales tontos me tendrán, el hombre es terco, no suele querer
enterarse, acostumbra a volver a las andadas”
y por otro, aparece también en la conclusión final a la que llega
el filósofo, exponiéndola como una verdad absoluta, verdades de las
cuales huye según su exposición anterior: “es
obra de misericordia despertar… es obra de piedad religiosa”.
El
sustantivo es el elemento predominante en el texto, lo cual confiere
una nota de precisión y concisión léxica. Vinculado a la
frecuencia de sustantivos es notorio la presencia de nombres
abstractos, dado el carácter filosófico del tema:
espíritu, libertad, agitación, misericordia, piedad, verdad, dolo,
necedad, pensamientos e inepcia”.
Por otro lado, hay que señalar el agrupamiento de muchos de los
sustantivos en parejas: liberales
o progresistas, los conservadores y reaccionarios, amigos y buenos
amigos, por años o por siglos, levadura o fermento,
lo cual unido a las numerosas construcciones bimembres que aparecen
formadas por la agrupación de verbos, algunas de ellas formando
paralelismos, contribuye a marcar el ritmo del fragmento: “no
suele querer enterarse y acostumbra”,
“me
declaro incapaz y reclamo mi libertad”, “de lo que he hecho o de
lo que haga”, “despertar al dormido y sacudir al parado”,
“buscar la verdad en todo y descubrir dondequiera” .
A
pesar de que no son abundantes los adjetivos, sí que son
significativos aquellos que aparecen, pues se repite en varias
ocasiones el adjetivo “tonto”:
“los
liberales o progresistas tontos”, “nadie debe cuidarse de lo que
piensen de él los tontos”
, con el que el autor califica a aquellos que destacan por su pereza
crítica y escéptica intentando que las soluciones las encuentren
otros y de los cuales se distancia el escritor: “los
liberales o progresistas tontos, los conservadores y reaccionarios
tontos, nadie debe cuidarse de lo que piensen de él los tontos”.
Hay que
señalar la presencia del adjetivo “terco”
aplicado también a la condición humana con el que el autor
manifiesta su distanciamiento de esta actitud que muestran muchos
hombres: “el
hombre es terco” y el
adjetivo “holgazanes”
con el que se critica la posición acomodada de muchos de los hombres
a los que no les interesa pensar.
Respecto
a los verbos, es el eje de presente el que articula el fragmento, el
cual aparece con sus diferentes valores. Se manifiesta, en primer
lugar, el presente con valor puntual, puesto que señala la
coincidencia exacta del momento del enunciado con el momento de la
enunciación: “repito”
(l.1). No obstante, su valor mayoritario es el habitual, ya que
indica situaciones habituales o reiteradas que se vienen realizando y
que se prevé que se realizarán, sin necesidad que coincidan
exactamente con el momento de la enunciación: “huyo,
quiero morirme, reclamo, aconsejan, dicen, declaro”.
Por último, tiene un valor gnómico cuando presenta sus ideas o
conclusiones como universalmente válidas: “el
hombre es terco y no suele querer enterarse y acostubra … a volver
a las andadas”, “es obra de misericordia suprema... y es obra de
suprema piedad religiosa.”
Desde
el punto de vista léxico-semántico
podemos señalar la presencia de dos campos conceptuales alrededor de
los cuales se articula el fragmento. En primer lugar tenemos el campo
formado por todos aquellos vocablos que incitan al movimiento de
pensamiento: “agitar,
sugerir, piensen, mediten, agitación, despertar, sacudir, buscar”,
acciones que el autor propone como necesarias para una verdadera
revolución interior e individual con la cual cada pueda encontrar su
verdad y descubrirse a sí mismo. Y por otro lado, encontramos el
campo formado por los vocablos: “dormido,
parado, tontos, holgazanes”,
adjetivos todos ellos relacionados con la pereza, la cual hace
referencia a la actitud que presentan algunas personas y que el autor
rechaza, puesto que defiende una postura crítica y escéptica ante
la vida.
Por
lo demás, se trata en general de un lenguaje de uso común, en el
que se pueden apreciar ciertas desviaciones tanto a un registro más
culto como a otro más coloquial. Como ejemplos del primero, tenemos
los sustantivos: “dolo,
inepcia, derredor”;
el adjetivo: “dogmático”
y la expresión: “merced
a”. Como
muestras de registro coloquial señalo las expresiones: “cuya
cabeza es una olla de grillos” y “volver a las andadas”
con las que se intenta una aproximación al lector, rebajando un poco
el tono elevado y filosófico del fragmento.
En
cuanto a la sintaxis,
como es obvio, nos encontramos ante un texto perfectamente elaborado,
en el que predomina el orden y la claridad expositiva de las ideas.
No aparecen nexos suprasegmentales que unan los diferentes párrafos,
es la unidad temática y las relaciones lógicas las que garantizan
la cohesión textual.
Aunque
tampoco son excesivos los nexos entre las diferentes oraciones que
forman cada uno de los párrafos, podemos señalar el nexo “por
supuesto”
con el que se introduce una manifestación de certeza por parte del
emisor y el conector “pero”
, el cual aparece en dos ocasiones, el cual más que marcar
oposición con lo dicho anteriormente parece actuar como un nexo
ilativo: “pero
nadie debe cuidarse”
(l.7), “pero
sé que si se da un golpe en el mar sin orillas”
(l.22).
Por
otro lado, los diferentes párrafos encierran periodos oracionales
complejos formados tanto por coordinación como por subordinación.
Entre las oraciones coordinadas podemos señalar la predominancia de
oraciones coordinadas copulativas: “los
liberales y progresistas me tendrán por reaccionario y los
conservadores y reaccionarios tontos me tendrán por una especie de
anarquista”, “y como el hombre es terco y no suele querer
enterarse”, “Mi empeño ha sido, es y será”, “me aconsejan
que deje esta labor y que me recoja”; oraciones
coordinadas disyuntivas: “de
lo que he hecho o de lo que haga”. Como
ejemplos de oraciones subordinadas tenemos oraciones subordinadas
sustantivas: “les
diré que si quieren soluciones”,
“no sé si
algo de lo que he hecho”;
oraciones adjetivas o de relativo: “holgazanes
de espíritu que se paran alguna vez a oírme”, “hay amigos que
me aconsejan”; oraciones
subordinadas adjetivas sustantivadas: “lo
que esto quiere decir”, “de lo que he hecho”
y entre las adverbiales se pueden destacar las condicionales: “si
merced a esa agitación”, “si quieren soluciones”, “si yo
vendo pan”, si llega el caso”, “si se da un golpe en el mar”.
En
el apartado sintáctico son significativos los grupos bimembres que
ya hemos señalado en el apartado morfológico, en los cuales reposa
el ritmo del fragmento y a lo que hay que añadir la aparición de
diferentes enumeraciones: “mi
empeño es, ha sido y será”,
“lean,
piensen y mediten”, “el dolo, la necedad y la inepcia”,
las cuales son un claro recurso estilístico utilizado para conseguir
una sensación de elaboración y equilibrio a la vez que contribuye a
la función poética del fragmento al igual que lo hace la presencia
de algunas figuras literarias como las metáforas: “cuya
cabeza es una olla de grillos”, “si yo vendo pan, no es pan, sino
levadura o fermento”, “si se da un golpe en el mar sin orillas
las ondas en derredor van sin cesar”.
Para
concluir, diremos que nos encontramos ante un fragmento perfectamente
elaborado, en el que mediante una exposición clara y ordenada de las
ideas el autor intenta defender su postura con la que pretende
incitar al lector a la revolución individual, alejándolo de
verdades absolutas y objetivas. La presencia de un tema en el que se
intenta agitar las conciencias de los lectores para buscar soluciones
a los problemas que encierra la realidad nos sitúa ante una prosa
filosófica que podríamos situar en la literatura existencial de
finales del siglo XIX principios del XX en la que destacan autores
fundamentales como Azorín, Unamuno, Maeztu, Pio Baroja y Ortega y
Gasset, entre otros.
Carmen Villanueva
Muy interesante...
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