lunes, 30 de mayo de 2016

"LIBROS DE LECTURA"



Dentro de la jerga didáctica, muy rica en tecnicismos, eufemismos y estupideces -categoría ésta que a menudo implica a las anteriores-, uno de los casos más logrados de estulticia es la expresión "libro de lectura". El término parece sugerir otros usos habituales de ese objeto. Por ejemplo: "libro arrojadizo", "libro de equilibrios", "libro de exhibición" o "libro de intimidación"..., es decir, libro de lo que sea o para lo que sea, menos para leer. Pero no, ya digo que se trata de una expresión jergal; vaya, que se le puede perdonar la redundancia a cambio de un matiz. Esto lo sabe cualquiera: el libro de lectura se opone al libro de texto, que es más serio y sirve para estudiar las lecciones. El complemento preposicional "de lectura" cumple entonces dos usos: uno de tipo especificativo, que nos remite a su significado concreto (ese libro que manda el profesor de lengua cada evaluación y del que suele poner un examen -al que se denomina con toda propiedad "examen de lectura" (a veces también "control de lectura", que asusta menos) o bien del que pide un resumen. Y otro uso mnemotécnico, muy importante: el de recordar a los alumnos que lo que tienen que hacer con ese libro es leerlo y no otra cosa. Por lo general, es el cumplimiento de ese cometido lo que nos suele preocupar a los profesores y a las editoriales. De ahí que haya triunfado una expresión tan tonta. Pero lo peor de esto no es que lastremos la lengua con tanta ganga. Intentaré explicarlo.
El otro día me viene un vecino y me pregunta si tenía por casa alguna adaptación de "La vuelta al mundo en ochenta días", que era el "libro de lectura" de su hijo en la segunda evaluación. He de aclarar que su hijo es un zamarro de 13 años que ya hace tiempo que se afeita. Le dije que me parecía que guardaba por algún cajón un vídeo de los dibujos animados de Willy Fog, pero no era eso lo que buscaba. Al menos, no tanto. Él lo que quería era una adaptación: "ya sabes, para chavales". ¿Pero qué es lo que hay que adaptar en una novela de Julio Verne? Cuando yo era pequeño leíamos las novelas de Verne, las de Salgari, Jack London, Stevenson, incluso las de Karl May, y no nos hacía falta ningún ajuste. Ahora bien, no había nadie que temiera que el esfuerzo empleado en la lectura pudiera causarnos un esguince cerebral. Y, lo que es más importante, nuestros padres no se torturaban con un sentimiento de culpabilidad si nos aburríamos en casa. En cambio, los niños de hoy, apenas insinúan su primer bostezo, ya tienen a los suyos corriendo a apuntarles a clases extraescolares de gaita. ¡Que se aburran los otros! parece ser el lema. Los de las editoriales, que a veces también son padres, se han aplicado con denuedo en la batalla contra la gran lacra y se han lanzado a adaptar todo. La receta es fácil: lo primero es quitar un montón de páginas, cuantas más mejor. Luego cambian las descripciones por ilustraciones, reducen los diálogos, eliminan las digresiones, simplifican la trama y quitan las palabras que puedan requerir una búsqueda en el diccionario. A cambio de todo esto, te adjuntan después del texto un "dossier didáctico". El éxito que han tenido con esta maniobra ha sido de tal envergadura, que ha dado pie a la creación de una subliteratura para alumnos de instituto. Sus características son las mismas de las adaptaciones que digo, pero aquí no se dedican a asesinar obras ajenas, sino que son engendros propios, que muchas veces pretenden colar en los institutos con la añagaza de los temas transversales -es decir, con las buenas intenciones-. Por supuesto que hay excepciones: aquellas novelas que logran escaparse de las reglas del género(poca trama, poca profundidad, poco vocabulario, poco esfuerzo) y que, cuando las sacas de clase, se les cae la etiquetade "libros de lectura" y puedes llamarlas simplemente novelas.

Recuerdo una anécdota muy conocida de Einstein. Una vez le preguntó un periodista que si podía explicar la teoría de la relatividad para que la entendiera todo el mundo. Einstein dijo que no tenía ningún inconveniente..., siempre que antes el periodista fuera capaz de explicar qué era freír un huevo a una persona que no supiera qué es un huevo, qué es el aceite ni qué la sartén. Pues bien, no sé si la moda de los "libros de lectura" ha llegado a los estudios de física, pero sospecho que el número uno de una posible colección podría se "La relatividad para todos". En esto, por desgracia, los de literatura llevamos mucha ventaja.
Ricardo Signes



No hay comentarios:

Publicar un comentario