domingo, 5 de junio de 2016

Un comentario de un texto de Unamuno

 "De lo que huyo, repito, como de la peste, es de que me clasifiquen, y quiero morirme oyendo preguntar de mí a los holgazanes de espíritu que se paran alguna vez a oírme: "Y este señor, ¿qué es?" Los liberales o progresistas tontos me tendrán por reaccionario y acaso por místico, sin saber, por supuesto, lo que esto quiere decir, y los conservadores y reaccionarios tontos me tendrán por una especie de anarquista espiritual, y unos y otros, por un pobre señor afanoso de singularizarse y de pasar por original y cuya cabeza es una olla de grillos. Pero nadie debe cuidarse de lo que piensen de él los tontos, sean progresistas o conservadores, liberales o reaccionarios.

Y como el hombre es terco y no suele querer enterarse y acostumbra después que se le ha sermoneado cuatro horas a volver a las andadas, los preguntones, si leen esto, volverán a preguntarme: "Bueno; pero ¿qué soluciones traes?" Y yo, para concluir, les diré que si quieren soluciones, acudan a la tienda de enfrente, porque en la mía no se vende semejante artículo. Mi empeño ha sido, es y será que los que me lean, piensen y mediten en las cosas fundamentales, y no ha sido nunca el de darles pensamientos hechos. Yo he buscado siempre agitar, y, a lo sumo, sugerir, más que instruir. Si yo vendo pan, no es pan, sino levadura o fermento.

Hay amigos, y buenos amigos, que me aconsejan me deje de esta labor y me recoja a hacer lo que llaman una obra objetiva, algo que sea, dicen, definitivo, algo de construcción, algo duradero. Quieren decir algo dogmático. Me declaro incapaz de ello y reclamo mi libertad, mi santa libertad, hasta la de contradecirme, si llega el caso. Yo no sé si algo de lo que he hecho o de lo que haga en lo sucesivo habrá de quedar por años o por siglos después que me muera; pero sé que si se da un golpe en el mar sin orillas las ondas en derredor van sin cesar, aunque debilitándose. Agitar es algo. Si merced a esa agitación viene detrás otro que haga algo duradero, en ello durará mi obra.

Es obra de misericordia suprema despertar al dormido y sacudir al parado, y es obra de suprema piedad religiosa buscar la verdad en todo y descubrir dondequiera el dolo, la necedad y la inepcia.»



Abordo el comentario del texto propuesto desde una perspectiva pragmática en la que los diferentes planos del análisis lingüístico están integrados en función de su relación con la tipología textual. De esta manera incorporo en mi estudio dos enfoques fundamentales en la lingüística: el comunicacional y el estructural, y evito así convertir el comentario en una mera recopilación de características.
En primer lugar, desde el punto de vista de la tipología textual, podemos decir que nos encontramos ante un fragmento narrativo perteneciente a la prosa ensayística. Se trata de una prosa de ideas con una fuerte base argumentativa, donde el autor entabla una especie de diálogo con el lector con el objetivo de dejar claro su pensamiento respecto al tema tratado. En el ensayo se refleja una reflexión desde la perspectiva personal del autor sin olvidar el fin estético que surge entrelazado con el proceso reflexivo.
Fonemáticamente el texto presenta una ortografía coherente con las normas dictadas por la Academia sin desviaciones diatópicas o diastráticas que la aparten del estándar.
Desde el punto de vista fónico predominan las oraciones enunciativas afirmativas con tonema descendente, con las que se privilegia la transmisión de datos y la valoración de ideas. Por otro lado, aparecen oraciones interrogativas directas, por tanto con tonema ascendente, con las cuales el autor transcribe en estilo directo las preguntas que los receptores de su discurso le suelen hacer intentando buscar en sus escritos respuestas a sus dudas existenciales: “Bueno, pero ¿qué soluciones traes?” (l.11) o las preguntas que ellos mismos se hacen cuando escuchan sus digresiones: “Y este señor, ¿qué es?” (l.3), con lo cual el autor intenta reproducir el diálogo que entabla con sus receptores.
Desde el punto de vista del contenido el tema es la inexistencia de verdades absolutas que solucionen los problemas y la necesidad de impulsar a los individuos a buscar sus propias soluciones a las necesidades vitales.
El autor, que se considera inclasificable, pues no tiene un pensamiento único, expone que no le importa la variedad de opiniones que tengan sobre él aquellos que buscan en sus textos soluciones y respuestas inmediatas a los planteamientos existenciales, ya que su función no es resolver sus dudas sino agitar los pensamientos e inducir a pensar para que cada cual se descubra a sí mismo y encuentre su verdad, ya que no existe una verdad objetiva y absoluta.
El texto, que comienza in media res, lo podemos dividir en cuatro partes, correspondiente a cada uno de los párrafos en los que está dividido el fragmento.
La primera corresponde, pues, al primer párrafo y en ella el autor introduce la idea que quiere que se tenga de él: un ser inclasificable, difícil de encasillar en una corriente de opinión y expone las divergentes y distantes opiniones que tendrán sobre él los diferentes receptores.
En la segunda parte se muestra contrario a la pereza crítica del individuo y explica que su función no es exponer soluciones a los problemas existenciales sino estimular a pensar.
La tercera parte corresponde al siguiente párrafo en la que el autor expone el consejo que le hacen sus amigos incitándole a que cambie su posición en pro de una verdad objetiva e irrefutable que perdure en el tiempo, propuesta para la cual se siente incapaz, pues su verdadero objetivo es agitar el espíritu de los demás para que cada uno busque su propia verdad, lo cual puede a su vez engendrar otros pensamientos e incluso acciones, las cuales podrían considerarse fruto de su trabajo.
Las tres últimas líneas corresponden a la última parte en las que se expone, a modo de conclusión, cuál es el verdadero objetivo del filósofo: despertar las conciencias y provocar una revolución interior en el hombre, lo cual le permitirá descubrir la estupidez de la existencia.
Desde el punto de vista morfológico, podemos señalar en primer lugar la predominancia de los deícticos de primera persona del singular tanto verbal como pronominal, con los que el autor expresa su opinión y con lo que se corrobora el carácter reflexivo personal del fragmento: “huyo, repito, me clasifiquen, quiero morirme, me tendrán, volverán a preguntarme, yo, mía, me lean, yo, vendo, me aconsejan, me deje, me recoja, me declaro, reclamo, mi libertad, mi santa libertad, yo no sé ,he hecho me muera, mi obra”.
Aparece la segunda persona del singular con la que el autor transcribe en estilo directo las palabras dirigidas a él con las que sus receptores le piden respuestas: ¿qué soluciones nos traes?
Por otro lado, encontramos la tercera persona del singular con la que el autor expone, por un lado, sus ideas acerca del comportamiento y pensamiento de los hombres: “los liberales tontos me tendrán, el hombre es terco, no suele querer enterarse, acostumbra a volver a las andadas” y por otro, aparece también en la conclusión final a la que llega el filósofo, exponiéndola como una verdad absoluta, verdades de las cuales huye según su exposición anterior: “es obra de misericordia despertar… es obra de piedad religiosa”.
El sustantivo es el elemento predominante en el texto, lo cual confiere una nota de precisión y concisión léxica. Vinculado a la frecuencia de sustantivos es notorio la presencia de nombres abstractos, dado el carácter filosófico del tema: espíritu, libertad, agitación, misericordia, piedad, verdad, dolo, necedad, pensamientos e inepcia”. Por otro lado, hay que señalar el agrupamiento de muchos de los sustantivos en parejas: liberales o progresistas, los conservadores y reaccionarios, amigos y buenos amigos, por años o por siglos, levadura o fermento, lo cual unido a las numerosas construcciones bimembres que aparecen formadas por la agrupación de verbos, algunas de ellas formando paralelismos, contribuye a marcar el ritmo del fragmento: “no suele querer enterarse y acostumbra”, “me declaro incapaz y reclamo mi libertad”, “de lo que he hecho o de lo que haga”, “despertar al dormido y sacudir al parado”, “buscar la verdad en todo y descubrir dondequiera” .
A pesar de que no son abundantes los adjetivos, sí que son significativos aquellos que aparecen, pues se repite en varias ocasiones el adjetivo “tonto”: “los liberales o progresistas tontos”, “nadie debe cuidarse de lo que piensen de él los tontos” , con el que el autor califica a aquellos que destacan por su pereza crítica y escéptica intentando que las soluciones las encuentren otros y de los cuales se distancia el escritor: “los liberales o progresistas tontos, los conservadores y reaccionarios tontos, nadie debe cuidarse de lo que piensen de él los tontos”. Hay que señalar la presencia del adjetivo “terco” aplicado también a la condición humana con el que el autor manifiesta su distanciamiento de esta actitud que muestran muchos hombres: “el hombre es terco” y el adjetivo “holgazanes” con el que se critica la posición acomodada de muchos de los hombres a los que no les interesa pensar.
Respecto a los verbos, es el eje de presente el que articula el fragmento, el cual aparece con sus diferentes valores. Se manifiesta, en primer lugar, el presente con valor puntual, puesto que señala la coincidencia exacta del momento del enunciado con el momento de la enunciación: “repito” (l.1). No obstante, su valor mayoritario es el habitual, ya que indica situaciones habituales o reiteradas que se vienen realizando y que se prevé que se realizarán, sin necesidad que coincidan exactamente con el momento de la enunciación: “huyo, quiero morirme, reclamo, aconsejan, dicen, declaro”. Por último, tiene un valor gnómico cuando presenta sus ideas o conclusiones como universalmente válidas: “el hombre es terco y no suele querer enterarse y acostubra … a volver a las andadas”, “es obra de misericordia suprema... y es obra de suprema piedad religiosa.”
Desde el punto de vista léxico-semántico podemos señalar la presencia de dos campos conceptuales alrededor de los cuales se articula el fragmento. En primer lugar tenemos el campo formado por todos aquellos vocablos que incitan al movimiento de pensamiento: “agitar, sugerir, piensen, mediten, agitación, despertar, sacudir, buscar”, acciones que el autor propone como necesarias para una verdadera revolución interior e individual con la cual cada pueda encontrar su verdad y descubrirse a sí mismo. Y por otro lado, encontramos el campo formado por los vocablos: “dormido, parado, tontos, holgazanes”, adjetivos todos ellos relacionados con la pereza, la cual hace referencia a la actitud que presentan algunas personas y que el autor rechaza, puesto que defiende una postura crítica y escéptica ante la vida.
Por lo demás, se trata en general de un lenguaje de uso común, en el que se pueden apreciar ciertas desviaciones tanto a un registro más culto como a otro más coloquial. Como ejemplos del primero, tenemos los sustantivos: “dolo, inepcia, derredor”; el adjetivo: “dogmático” y la expresión: “merced a”. Como muestras de registro coloquial señalo las expresiones: “cuya cabeza es una olla de grillos” y “volver a las andadas” con las que se intenta una aproximación al lector, rebajando un poco el tono elevado y filosófico del fragmento.
En cuanto a la sintaxis, como es obvio, nos encontramos ante un texto perfectamente elaborado, en el que predomina el orden y la claridad expositiva de las ideas. No aparecen nexos suprasegmentales que unan los diferentes párrafos, es la unidad temática y las relaciones lógicas las que garantizan la cohesión textual.
Aunque tampoco son excesivos los nexos entre las diferentes oraciones que forman cada uno de los párrafos, podemos señalar el nexo “por supuesto” con el que se introduce una manifestación de certeza por parte del emisor y el conector “pero” , el cual aparece en dos ocasiones, el cual más que marcar oposición con lo dicho anteriormente parece actuar como un nexo ilativo: “pero nadie debe cuidarse” (l.7), “pero sé que si se da un golpe en el mar sin orillas” (l.22).
Por otro lado, los diferentes párrafos encierran periodos oracionales complejos formados tanto por coordinación como por subordinación. Entre las oraciones coordinadas podemos señalar la predominancia de oraciones coordinadas copulativas: “los liberales y progresistas me tendrán por reaccionario y los conservadores y reaccionarios tontos me tendrán por una especie de anarquista”, “y como el hombre es terco y no suele querer enterarse”, “Mi empeño ha sido, es y será”, “me aconsejan que deje esta labor y que me recoja”; oraciones coordinadas disyuntivas: “de lo que he hecho o de lo que haga”. Como ejemplos de oraciones subordinadas tenemos oraciones subordinadas sustantivas: “les diré que si quieren soluciones”, “no sé si algo de lo que he hecho”; oraciones adjetivas o de relativo: “holgazanes de espíritu que se paran alguna vez a oírme”, “hay amigos que me aconsejan”; oraciones subordinadas adjetivas sustantivadas: “lo que esto quiere decir”, “de lo que he hecho” y entre las adverbiales se pueden destacar las condicionales: “si merced a esa agitación”, “si quieren soluciones”, “si yo vendo pan”, si llega el caso”, “si se da un golpe en el mar”.
En el apartado sintáctico son significativos los grupos bimembres que ya hemos señalado en el apartado morfológico, en los cuales reposa el ritmo del fragmento y a lo que hay que añadir la aparición de diferentes enumeraciones: “mi empeño es, ha sido y será”, “lean, piensen y mediten”, “el dolo, la necedad y la inepcia”, las cuales son un claro recurso estilístico utilizado para conseguir una sensación de elaboración y equilibrio a la vez que contribuye a la función poética del fragmento al igual que lo hace la presencia de algunas figuras literarias como las metáforas: “cuya cabeza es una olla de grillos”, “si yo vendo pan, no es pan, sino levadura o fermento”, “si se da un golpe en el mar sin orillas las ondas en derredor van sin cesar”.
Para concluir, diremos que nos encontramos ante un fragmento perfectamente elaborado, en el que mediante una exposición clara y ordenada de las ideas el autor intenta defender su postura con la que pretende incitar al lector a la revolución individual, alejándolo de verdades absolutas y objetivas. La presencia de un tema en el que se intenta agitar las conciencias de los lectores para buscar soluciones a los problemas que encierra la realidad nos sitúa ante una prosa filosófica que podríamos situar en la literatura existencial de finales del siglo XIX principios del XX en la que destacan autores fundamentales como Azorín, Unamuno, Maeztu, Pio Baroja y Ortega y Gasset, entre otros. 

Carmen Villanueva 

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