lunes, 15 de agosto de 2016

Antología didáctica de las crónicas de Indias

El canon de la literatura española que hoy aparece institucionalizado desde los planes de estudios a los libros de textos es una herencia del último tercio del siglo pasado, cuando se inventó aquello de la EGB, con sus fichas de deberes, y el BUP («Bachillerato Unifiado Polivalente») sustituyó al viejo bachillerato. Como cualquier otro canon, este viene de una selección más o menos discutible, aunque es cierto que las obras que lo constituyen merecen estar ahí y, con el paso de los cursos y las generaciones, han vencido esa barrera tan alta que separa lo académico de lo popular, de modo que cualquier adolescente que ha pasado por las aulas con algo de aprovechamiento conoce, si no de leídas, al menos de oídas el Poema de Mío Cid, el Libro de Buen Amor, el Conde Lucanor, La Celestina, el Lazarillo, el Quijote y no mucho más. Eso es un mérito, desde luego. El problema es que desde primaria son los mismos autores y las mismas obras las que se estudian, de acuerdo a ciclos cronológicos que abarcan dos cursos académicos. Es como si la literatura conformara un coto pequeño y restringido, y todos los alumnos tuvieran la necesidad imperiosa de conocerlo. Pero resulta que la literatura es mucho más que la historia de la literatura, y a su conocimiento y disfrute se llega mucho mejor a través de la diversidad de textos que a través de una insistencia en lo mismo, año tras año, curso tras curso, que a menudo desemboca en el hastío, cuando no en el fastidio. Por eso, la propuesta que presento aquí, como todas las de esta colección de «Antologías didácticas», no es solo una novedad editorial, sino un intento serio de ampliar el canon, proporcionando un material interesantísimo que aprovecha las múltiples relaciones de los textos con otras ramas del saber, como la historia, la geografía, la antropología, la botánica y hasta la fiosofía, para conseguir una visión de la literatura más integrada en la sociedad y en eso que llamamos de un modo general «cultura».
Resulta difícil de comprender cómo entre los mimbres ideológicos y estéticos con que se trenzó la criba que seleccionó ese cogollo de la literatura que es el canon no quedó atrapado para siempre lo mejor de las crónicas, un tesoro tan abundante y valioso como poco conocido. Sus páginas magnífias nos permiten conocer la historia narrada en directo por soldados y frailes que fueron con frecuencia al mismo tiempo testigos y protagonistas de
unos hechos cuya trascendencia apenas llegaron a vislumbrar. Hace casi quinientos años lo que muchos de ellos escribieron resultaba innovador, incómodo y comprometido. Algunas de sus obras tardaron mucho tiempo en publicarse, y otras se prohibió que salieran al extranjero. Los conflictos que allí latían entre los intereses del estado y la ética, o entre los primeros y la divulgación de nuevos descubrimientos (con la rentabilidad económica que de estos se pudiera derivar) convertían las crónicas en textos a veces peligrosos. Hoy en día, sin embargo, el único obstáculo que se opone al conocimiento y disfrute de esa literatura son unos hábitos heredados en las escuelas que habría que empezar a cambiar. Esta antología es mi humilde aportación.
Mª. Carmen Villanueva
Presentación del libro el día 13 de agosto  en Caudiel (Castellón)

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